20.7.10

Stop!

Me desperté acalorada y con las mantas enrolladas en los pies. Miré el reloj que tenía en la cabecera de la cama. Aun las diez y media. Demasiado temprano para levantarme en verano. Me giré en la cama y seguí durmiendo.
Me volví a despertar y miré el reloj. Seguían siendo las diez y media. Imposible, pensé. Estaba completamete segura de que había dormido más de un minuto. Me levanté y encendí la luz.
Claro, la aguja de los segundos estaba parada. Estaría sin pilas. Levanté la persiana y la luz de la mañana, una mañana luminosa y cálida, inundó mi habitación. Mis padres estarían trabajando, así que la casa estaba vacía.
Fui al baño a lavarme e intentar abrir los ojos y despejarme. Entré en la cocina y encendí la radio. Tenía hambre. Un hueco se hacía cada vez más grande en mi estómago.
Al coger la leche de la nevera me percaté de que la radio sonaba raro, como si estuviera pasando por un túnel. Y por más que cambiaba de emisora no sonaba nada.
Qué de cosas se estropean hoy.
Dejé la leche y le eché el cacao. La prefería fría. Bebí unos sorbos y alcé la cabeza para ver el reloj. Las diez y media. Y los puntitos de en medio no parpadeaban. Estaba parado. Tendría que apagarse, no que pararse a lo raro siniestro.
Fui corriendo al salón y encendí el televisor. Puntitos blancos y negros, como si no dieran nada.
Abrí la ventana. Me estaba agobiando.
Me apoyé en el alfeizar y miré afuera. Me eché para atrás de inmediato.
- ¿Pero qué es esto? - murmuré.
Una paloma en pleno vuelo estaba detenida en el aire, con las alas extendidas. Y la señora del edificio de en frente, la rechoncha rubia que siempre iba de rosa, estaba quieta, totalmente inmóvil, con la mano en alto saludando a otra señora que la miraba con una sonrisa y los ojos cerrados.
Volví a asomarme a la ventana.
- ¡¿Por qué no se mueven?! - grité lo más alto que pude.
¿En qué maldito mundo me he despertado?.

Traición

El cañón de la pistola apuntaba a mi cabeza, estaba segura. Y aun así no era eso lo que me rondaba la cabeza. En unos segundos cientos de pensamientos acudieron a mi mente y el más claro, preciso, era el miedo. No por la pistola. No por tener a la Guardia tras de mí. Sino por él. ¿Qué puede dar más miedo que alguien que te conoce en el bando contrario?
Porque él me conocía a mí, de eso estaba segura, le había revelado tanto como si fuera un amigo de siempre, pero, ¿y yo a él? ¿Le conocía? Tal vez su personalidad, sus gestos, manías y virtudes, todo, no había sido más que la máscara de su traición.

Primer punto

Lo primero de todo, he de decir que la frase del título no es mía (mi cerebro no llega a tanto, al menos por ahora), sino de Mirror's Edge (en la imagen), uno de mis videojuegos favoritos.
Y aclarado ese primer punto importante, que comience la creación del blog.