28.8.10

Inolvidables

Como un ángel y un demonio en mis hombros comienzan a dar opiniones y argumentos en contra de su némesis sobre lo que debería hacer. Nunca sabes a cuál de los dos hacer caso. Pero al menos te ponen las cosas claras. Te dicen lo que necesitas oír y otras veces lo que no querrías escuchar tanto, pero lo hacen por tu bien. Están cuando los necesitas. Y tú también cuando te necesitan. Sales de casa sin saber qué te puede deparar esa tarde pero en cuanto ves sus caras se te va esa pequeña preocupación. Mientras te encuentres entre ellos todo es pasable. Puede ser la mejor tarde de tu vida, una tarde inolvidable o una simple tarde entretenida. Te dan ganas de cometer locuras, el valor surge de tu interior y estás dispuesto a todo. La cordura es algo innecesario en esos momentos. No dirigen tu vida, pero sin ellos sería un viaje demasiado largo e insoportable. Por algo son tus amigos, ¿no?

10.8.10

En blanco y negro

La barrita del cursor en Word no para de parpadear. Me está poniendo de los nervios. Me gusta cuando se mueve hacia la derecha, mientras las letras aparecen por detrás, hilando la delicada trama de mi imaginación. Me frustro yo solita cuando no consigo sacar nada bueno. Cuando los diálogos pierden su chispa, cuando las descripciones pasan a ser sosas y aburridas o cuando la narración pierde todo tipo de acción y tranquillo para el lector y el propio escritor.
La música en los oídos, sonando suficientemente alto como para ignorar el exterior y suficientemente bajo como para no quedarme sorda. Hace demasiado calor, pero en cuanto me pongo a teclear me olvido de ello. Incluso hay veces que me olvido de la música y cuando me doy cuenta el albúm se ha acabado.
Sin embargo esta vez no sale nada. El messenger abierto, como siempre, pero hoy resulta más entretenido que otras veces. Aun así me recuerdo una y otra vez lo que dijo un maestro de la pintura. "Que la inspiración me encuentre trabajando".
Hago caso de ese consejo, el mejor que me sé por ahora, y hago un esfuerzo para pulsar las teclas del ordenador. Ya sale, ya lo veo claro. Todo es ponerse. Los pequeños y ligeros "clics" al presionar las letras suenan como una maravillosa melodía para mis oídos.
No sé cuanto tiempo estoy ensimismada en mi propio mundo. A pesar de parecer que no cansa estar frente a la pantalla del ordenador, a mi me conlleva un gran esfuerzo. A la vez que gratificante. Ver el folio entero escrito es una sensación realmente agradable, que se multiplica cuando el contenido es de calidad.

3.8.10

Evasión

Aguanto la respiración y me hundo en el agua. Apesar de que me falta el oxígeno me siento mejor que en el aire. Muevo los brazos y bajo al fondo de la piscina, con sus característicos azulejos pequeños azules. Me vuelvo hacia arriba y contempló la capa de agua que separa mi pequeño mundo azul del exterior. Del bullicioso, estresante, ruidoso y a veces falso mundo real.
Siento un pitido en los oídos al estar tan al fondo. Sin embargo es mejor que enfrentarse al resto del mundo. Las imágenes que se forman sobre mi cabeza son muy abstractas y ondulantes, nunca están quietas. Pero esa fina capa es como un velo que nadie debería traspasar. Y parece que con solo pensarlo a alguien le da por llevarme la contraria. Una mano se introduce en el agua y se agita. Reconozco la mano por la pulsera que lleva puesta. Yo tengo una igual. Incluso desde ahí abajo distingo las cuentas de colores, exceptuando unas pocas blancas. KATHRYN. Mi nombre.
Me impulso con los pies hacia arriba y agarro con fuerza su mano. Él tira de mí como si no pesase nada y en un segundo tengo medio cuerpo fuera del agua. Pongo los pies en la pared de la piscina y haciendo fuerza junto con su ayuda salgo y me siento en el borde con las piernas colgando. Él me imita y me coge la mano en la que tengo la pulsera.
- Vuelve al mundo real. Te necesitamos más aquí arriba. Evadirte no te servirá de nada.
- No me des sermoncitos ahora - le digo cortante mientras miro las pequeñas ondas que produce el viento sobre la superficie de la piscina - ¿Cómo sabías que estaría aquí?
- Me dije: ¿dónde podría encontrar a la loca de mi amiga a las siete de la mañana? Y por eso vine al polideportivo.
- Cómo me conoces.
- Ya son muchos años.
Le miro y él esboza una sonrisa triste. Muchos años. Tantos que ya pienso que me conoce él mejor que yo misma.