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4.4.11

Descanso

Me quito las gafas y apoyo pesadamente mi cabeza en la esponjosa almohada. Es uno de los mejores momentos del día, sin duda. Después de siete horas en el instituto, todas seguidas dando clase, con un mísero e inútil descanso de media hora, que hay veces que ni existe, el poder relajar la vista, ya machacada al ser forzada durante la mañana, es lo mejor que me puede suceder a eso de las cuatro.
Durante unos minutos dejo de pensar en qué diantres estoy haciendo con mi vida y con todo lo que me rodea, dejo de pensar en las medias de las asignaturas, en cómo hacer para salir el sábado sin perder mucho tiempo, y en qué tendré que hacer a continuación. Por un corto periodo de tiempo, me engancho (de nuevo, ya que son un complemento indispensable) los auriculares y pongo un poco de música, a ser posible suavecita.
Sin embargo, luego hay que volver a levantar cabeza, abandonando la comodidad de mi cama y regresando a la (cansada) realidad.

30.1.11

Wondering.

'What are you thinking?'
'I'm thinking that I'm such a stupid girl because of being wondering all the time'.
'Wondering about what?', he ask me with a beautiful smile.
'About everything. About my friends, about my family, about the school. I'm wondering about how I can change the circumstances which are around me. I'm wondering about you'.
'You know you can't change everything'.
'I know. I'm a silly and this sucks'.

19.1.11

Percepción del tiempo y otras divagaciones mentales

Entro en el edificio todavía sacándome los auriculares de las orejas y sin muchas ganas. Las clases por la tarde resultan mortalmente aburridas. Me sentaré donde siempre y contemplaré el reloj de la pared deseando que se mueva más deprisa mientras escucho el parloteo inglés de algún individuo que no me es muy agradable o de la profesora que tiene que aguantar nuestros errores garrafales en su lengua nativa.
Y tal y como pensaba, me siento y espero a que llegue más gente. La profesora me pregunta con su fina vocecilla que qué tal me ha ido el fin de semana. "Fine", respondo sin ganas. ¿Para qué me pregunta si sabe qué le voy a responder? Ni que fuera a contarle cada uno de mis problemas o cada uno de los hechos divertidos de la semana. La pregunta del "¿qué tal?" es inútil e insulsa en cualquier idioma.
Comienza la clase. Los temas de conversación son horribles. ¿Quién sería el loco que escribió aquellos "topics" tan inútiles y aburridos? Y el inglés, oh, el puñetero inglés. No podíamos hablar todos una misma lengua, no. Las clases de la tarde son pasables, pero en las de la mañana, pobre de mi autoestima. Cuando escuchas hablar a una chica que ha vivido fuera un año, otra que ni siquiera el español es su propia lengua y sabe más inglés, otro que es de la misma Inglaterra (maldito él, que no le entiendo nada), pues acabas pensando que tienes un inglés espantoso y con demasiado “spanish accent".
Miro el reloj de la pared. Está parado. Otra vez sin pilas. No sé que es peor, que esté moviéndose y a mí me parezca que el tiempo no corre, o que no funcione y yo tenga la incógnita de cuándo podré irme de allí.
Pasa la hora (terrible hora), y salgo del edificio, de nuevo con mis auriculares en las orejas. Seguramente en cuanto llegue a mi casa y me encierre en mi habitación el tiempo, misteriosamente, comience a ir más y más rápido. Porque lo cierto es que, desde hace unos años, los minutos parecen segundos y los meses semanas. Exceptuando, claro está, en momentos interminables como las clases de la tarde.
Y es que, parece que fue ayer cuando yo estaba tranquilamente tomándome un granizado con mis amigas en una feria de verano que en realidad queda a meses de distancia, a cientos de hechos importantes atrás.

20.12.10

Un abrazo, por favor.

- ¿Quieres un abrazo o qué? - dijo él gritando en broma.
- Déjame en paz - respondió ella prácticamente huyendo de él.
- Porque tienes pinta de querer un abrazo, se te nota.
- Normalmente, cuando digo "no quiero un abrazo, ahora déjame sola" es que quiero estar sola.
Él se acercó rápido a ella por detrás y la abrazó. Apoyó la cabeza ligeramente en su hombro. Ella puso sus brazos sobre los de él, agarrándole por las manos.
Pero eso solo duró un momento, un instante. Ella se zafó de él y se puso a ordenar varias cosas que había encima de su mesa.
- Eres un pesado... - murmuró.
- Ya - dijo alargando la a y esbozando una sonrisa. Se alejó de ella y se puso a hablar con otras personas.
Bajó la vista y siguió ordenando cosas que ya lo estaban. Cambiando de sitio con cierto nerviosismo. Luego levantó la cabeza y le observó. El mismo sentimiento de siempre.
Porque pensamos qué decir cuando todo ha sucedido ya.

6.11.10

Por las pequeñas cosas interesantes

- Hey, Mr. Curiosity. Cuéntame algo.
- ¿El qué?
- Cuéntame algo que no sepa. Algo nuevo. Como siempre.
- Será mejor que lo busquemos juntos.
Entre las gaviotas, un buen té y un chocolate.

8.10.10

Diferente a mí. Mejor de todos modos.

Las apariencias engañanan. Siempre.
Hay personas fántasticas que tienen algo diferente a ti. No por eso dejan de ser maravillosas personas. Por el contrario, eso las convierte en especiales. No sería divertido un mundo donde todos fuéramos iguales.
Por esas personas fantásticas que te hacen sentir bien.

7.10.10

Érase

Érase una vez una chica.
Érase una vez un chico.
Érase una vez una historia.
Érase una vez un final.
Porque todas las historias son iguales.

24.9.10

Marioneta

Hay un momento en el que ya no sabes qué decir. Estás totalmente convencida de tu posición frente a ciertos aspectos, das argumentos a tu favor, pero a quien se lo estás contando es como si hablaras con una pared.
Esto es así y punto. No hay vuelta de hoja.
Pero no tiene razón. Es algo personal. Si no quieres ir no vas. Y ahí es cuando no hay vuelta de hoja. Nadie puede hacerte cambiar de ideales o manera de hacer simplemente porque quiere. Cuando una persona impone su opinión convirtiéndola en un mandato, ahí se ha acabado el respeto hacia él. Esa persona no merece que la escuches siquiera. Para qué, si va a ser todo en tu contra.
Cierra los oídos, aisla un tiempo la mente para que los pensamientos se ordenen y la calma vuelva a reinar en lo único que queda privado por el momento. La cabeza, la mente, la propia conciencia.
Porque no hay que dejarse engatusar por las ideas de otros, no hay que aceptar las cosas y ya está. Porque hay que crearse los pensamientos y una base sobre la que pensar. No vale ser una marioneta de los demás.

28.8.10

Inolvidables

Como un ángel y un demonio en mis hombros comienzan a dar opiniones y argumentos en contra de su némesis sobre lo que debería hacer. Nunca sabes a cuál de los dos hacer caso. Pero al menos te ponen las cosas claras. Te dicen lo que necesitas oír y otras veces lo que no querrías escuchar tanto, pero lo hacen por tu bien. Están cuando los necesitas. Y tú también cuando te necesitan. Sales de casa sin saber qué te puede deparar esa tarde pero en cuanto ves sus caras se te va esa pequeña preocupación. Mientras te encuentres entre ellos todo es pasable. Puede ser la mejor tarde de tu vida, una tarde inolvidable o una simple tarde entretenida. Te dan ganas de cometer locuras, el valor surge de tu interior y estás dispuesto a todo. La cordura es algo innecesario en esos momentos. No dirigen tu vida, pero sin ellos sería un viaje demasiado largo e insoportable. Por algo son tus amigos, ¿no?

10.8.10

En blanco y negro

La barrita del cursor en Word no para de parpadear. Me está poniendo de los nervios. Me gusta cuando se mueve hacia la derecha, mientras las letras aparecen por detrás, hilando la delicada trama de mi imaginación. Me frustro yo solita cuando no consigo sacar nada bueno. Cuando los diálogos pierden su chispa, cuando las descripciones pasan a ser sosas y aburridas o cuando la narración pierde todo tipo de acción y tranquillo para el lector y el propio escritor.
La música en los oídos, sonando suficientemente alto como para ignorar el exterior y suficientemente bajo como para no quedarme sorda. Hace demasiado calor, pero en cuanto me pongo a teclear me olvido de ello. Incluso hay veces que me olvido de la música y cuando me doy cuenta el albúm se ha acabado.
Sin embargo esta vez no sale nada. El messenger abierto, como siempre, pero hoy resulta más entretenido que otras veces. Aun así me recuerdo una y otra vez lo que dijo un maestro de la pintura. "Que la inspiración me encuentre trabajando".
Hago caso de ese consejo, el mejor que me sé por ahora, y hago un esfuerzo para pulsar las teclas del ordenador. Ya sale, ya lo veo claro. Todo es ponerse. Los pequeños y ligeros "clics" al presionar las letras suenan como una maravillosa melodía para mis oídos.
No sé cuanto tiempo estoy ensimismada en mi propio mundo. A pesar de parecer que no cansa estar frente a la pantalla del ordenador, a mi me conlleva un gran esfuerzo. A la vez que gratificante. Ver el folio entero escrito es una sensación realmente agradable, que se multiplica cuando el contenido es de calidad.

20.7.10

Traición

El cañón de la pistola apuntaba a mi cabeza, estaba segura. Y aun así no era eso lo que me rondaba la cabeza. En unos segundos cientos de pensamientos acudieron a mi mente y el más claro, preciso, era el miedo. No por la pistola. No por tener a la Guardia tras de mí. Sino por él. ¿Qué puede dar más miedo que alguien que te conoce en el bando contrario?
Porque él me conocía a mí, de eso estaba segura, le había revelado tanto como si fuera un amigo de siempre, pero, ¿y yo a él? ¿Le conocía? Tal vez su personalidad, sus gestos, manías y virtudes, todo, no había sido más que la máscara de su traición.