19.1.11

Percepción del tiempo y otras divagaciones mentales

Entro en el edificio todavía sacándome los auriculares de las orejas y sin muchas ganas. Las clases por la tarde resultan mortalmente aburridas. Me sentaré donde siempre y contemplaré el reloj de la pared deseando que se mueva más deprisa mientras escucho el parloteo inglés de algún individuo que no me es muy agradable o de la profesora que tiene que aguantar nuestros errores garrafales en su lengua nativa.
Y tal y como pensaba, me siento y espero a que llegue más gente. La profesora me pregunta con su fina vocecilla que qué tal me ha ido el fin de semana. "Fine", respondo sin ganas. ¿Para qué me pregunta si sabe qué le voy a responder? Ni que fuera a contarle cada uno de mis problemas o cada uno de los hechos divertidos de la semana. La pregunta del "¿qué tal?" es inútil e insulsa en cualquier idioma.
Comienza la clase. Los temas de conversación son horribles. ¿Quién sería el loco que escribió aquellos "topics" tan inútiles y aburridos? Y el inglés, oh, el puñetero inglés. No podíamos hablar todos una misma lengua, no. Las clases de la tarde son pasables, pero en las de la mañana, pobre de mi autoestima. Cuando escuchas hablar a una chica que ha vivido fuera un año, otra que ni siquiera el español es su propia lengua y sabe más inglés, otro que es de la misma Inglaterra (maldito él, que no le entiendo nada), pues acabas pensando que tienes un inglés espantoso y con demasiado “spanish accent".
Miro el reloj de la pared. Está parado. Otra vez sin pilas. No sé que es peor, que esté moviéndose y a mí me parezca que el tiempo no corre, o que no funcione y yo tenga la incógnita de cuándo podré irme de allí.
Pasa la hora (terrible hora), y salgo del edificio, de nuevo con mis auriculares en las orejas. Seguramente en cuanto llegue a mi casa y me encierre en mi habitación el tiempo, misteriosamente, comience a ir más y más rápido. Porque lo cierto es que, desde hace unos años, los minutos parecen segundos y los meses semanas. Exceptuando, claro está, en momentos interminables como las clases de la tarde.
Y es que, parece que fue ayer cuando yo estaba tranquilamente tomándome un granizado con mis amigas en una feria de verano que en realidad queda a meses de distancia, a cientos de hechos importantes atrás.

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