24.9.10

Marioneta

Hay un momento en el que ya no sabes qué decir. Estás totalmente convencida de tu posición frente a ciertos aspectos, das argumentos a tu favor, pero a quien se lo estás contando es como si hablaras con una pared.
Esto es así y punto. No hay vuelta de hoja.
Pero no tiene razón. Es algo personal. Si no quieres ir no vas. Y ahí es cuando no hay vuelta de hoja. Nadie puede hacerte cambiar de ideales o manera de hacer simplemente porque quiere. Cuando una persona impone su opinión convirtiéndola en un mandato, ahí se ha acabado el respeto hacia él. Esa persona no merece que la escuches siquiera. Para qué, si va a ser todo en tu contra.
Cierra los oídos, aisla un tiempo la mente para que los pensamientos se ordenen y la calma vuelva a reinar en lo único que queda privado por el momento. La cabeza, la mente, la propia conciencia.
Porque no hay que dejarse engatusar por las ideas de otros, no hay que aceptar las cosas y ya está. Porque hay que crearse los pensamientos y una base sobre la que pensar. No vale ser una marioneta de los demás.

8.9.10

Funeral para tres

Hay demasiada gente aquí. El pequeño cabo de la costa está totalmente ocupado por una masa de gente vestida de negro. Y yo soy de las más cercanas al acantilado. Un pequeño salto y… Estaría igual que ella. Metida en una pequeña urna con unas pocas cenizas dentro, lo último que quedaría de mi paso por la Tierra. Cam me aprieta la mano. Al menos él sigue ahí, a mi lado. No me había abandonado.

La madre de la difunta, con un vestido negro largo y un sombrero con velo, abre la urna y tira las cenizas al océano. El viento se las lleva volando lejos, haciendo unas piruetas y remolinos hasta caer al fin en el agua revuelta.

Me giro y contemplo a toda esa gente que no conozco de nada, o como mucho de vista. Estaba completamente segura de que ellos no la conocían. No sabían de su circunstancia. No sabían nada. Están aquí porque son de la misma clase social. Quedaría feo que no fueran. Tanta hipocresía a mi alrededor me daba nauseas.

- Vámonos - murmuro.

- ¿Qué? Pero si van a hacer un pequeño banquete en su casa con toda la gente…

- Toda la gente que ella no querría que estuviese. Así que yo prefiero hacer el luto en otra parte.

- Vale.

Salimos como pudimos de entre tanta multitud y subimos a un autobús que pasaba por ahí justo en ese momento. Al llegar al centro bajamos y entramos en un Sturbucks. El calor nos invade al momento y decidimos quitarnos las chaquetas.

Con un buen café ardiente entre las manos miró a Cam e intento sacar algún tema de conversación no muy doloroso.

- ¿Estás bien, Kathryn? - me pregunta.

Veo su pulsera aun en la muñeca y sonrío. Una sonrisa triste y algo forzada.

- No, pero se me pasará. ¿Quedamos mañana?

- Había quedado con Resse, le apetecía una cita de novios en serio… Una chorrada, vamos. Si te apetece lo cancelo.

- No, que va. Si has quedado con ella ya, no pasa nada.

Me mira no muy convencido y le da un sorbo al café. Tras muchos silencios y algunos comentarios banales nos vamos de allí. Cada uno por su camino. El aura de muerte que nos rodeaba nos había unido en algunos temas y separado en otros. Echaba de menos las simples risas y tardes juntos. Los tres.